domingo, 18 de noviembre de 2012

Muertes


Hay una extraña muerte
que no requiere entierro,
ni luto, ni abalorios,
ni sepulcro, ni orador.

Es un final cansado
de tedios misteriosos,
silencios dolorosos
sentencias de un adiós.

Hay muertes vecinales,
cercanas, familiares,
adioses insidiosos,
reproches, cómo no.

Pero sin lápidas de mármol
donde un nombre se talle,
la sombra de un ciprés
no sabe que existió.

Hay muertes invisibles
que importan y no importan,
dolores que entretienen
las horas que se escapan.

Y aunque sin las coronas
de lirios, las adornan,
porque en el fondo duelen,
porque en el fondo, matan.

A todas las pequeñas muertes que pasan desapercibidas. (Gracias por leer éste, mi humilde poema; que trata en realidad, de esas muertes "pequeñas" en apariencia cuyo dolor sentía al escribir, y sigo sintiendo aún en mi interior, son las de los derechos humanos) 
UNA PERSONA QUE OLVIDA SU PASADO, ESTÁ CONDENADA A REPETIRLO…

domingo, 10 de junio de 2012

UNA VOZ

Yo sé que tú no te vas a enterar, yo sé que tú no lo vas a leer, ni a escuchar, quizá porque no te lo voy a decir, es simplemente, que lo voy a dejar que exista, y a seguir adelante. Llegará el día, yo lo sé, en que mis pies no puedan dar un paso más. Hoy voy a seguir, mis pies aún pueden andar, aunque a veces ya voy notando cómo se cansan. No es que 33 años sean 60, pero tampoco son 24, y tengo muy claro que el tiempo no va a perdonarme a mí ni a nadie. Tengo muy claras mis posibilidades y lo que quiero intentar cada día, tengo muy claro a donde no puedo llegar, por más que quiera, de lo que soy o no soy capaz, y distinguirlo muy bien de lo que me gusta o no me gusta. ¿Habéis tenido alguna vez esa sensación de “trágame tierra”?. Yo la tuve hace unos días y la he tenido muchas otras veces, sé que me ocurrirá más veces por más viejo que sea, por más años que viva y más experiencia que tengo, seguirá siendo igual de horrible. En algún sitio leí alguna vez, que se muere de vergüenza y no de miedo. Aquí, hoy, no sé qué pensar, si trágame tierra o trágame mar, el agua traga y esconde seguramente igual que la tierra. Mis sentimientos y mi amor, mi fe, son firmes, inamovibles, existen y perduran, resisten, forman parte de mi esperanza, mi cuerpo en cambio se resiente, mi alma se duele, puedo sufrir y aguantar, puedo sonreír, ser feliz, luchar o dejarme vencer, soy consciente de todo eso y me apetece intentarlo, pero me apetece intentarlo sólo porque nadie diga nunca (incluido yo) que no lo intenté. Prefiero sufrir y fracasar habiéndolo intentado que desvanecerme sin dejar en ésta tierra un pequeño rastro de energía, un pequeñito e insignificante rastro por donde una vez pasé en vida. A veces puedo darte más de lo que nunca imaginaste cariño, pero a veces no puedo ni podré, a veces no estaré a tu altura aunque tú no lo sepas, el camino es largo y duro a veces, y a veces, tendrás que esperar a que te alcance porque me cansaré de andar y pararé un momento o iré despacio, lo mismo que haría yo por ti. Hoy tengo miedo, estoy cansado y necesito reponer fuerzas, dame un beso y sigue tú por mí, estoy seguro de que conseguirás todos tus objetivos y serás feliz, precisamente porque no llegarás a saber nada de esto, tú estás hecho de otra pasta. Yo echo de menos “el piano”, no soy capaz de seguir selva adentro sin él, era mi voz, ya no puedo hablar sin él. A E.G.

sábado, 18 de febrero de 2012

Oro en el mar


Si alguna vez, dormido, te soñé cabalgando las olas en busca de éste tesoro…Desperté. No hay nadie capaz de investigar tan inmensos mares y océanos persiguiendo sueños e ideales, de valorar lo que no es capaz de conocer, y reconocer.
Las algas siguen en su lugar, creciendo y muriendo, dando paso unas a otras. Entre el balanceo profundo y elegante de las posidonias se me olvida recordar, entretenido y animado, lo que tuve en mente ayer. Los páramos sumergidos, al alcance de mi vista, siguen siendo los mismos que ayer, oscuros, silenciosos, sumergidos, distantes.
Sé que suspendido en el tiempo, anclado en una tierra salvaje bajo el mar, seguro lejos de las manos del hombre, a veces me olvidé de mí; pero nunca he dejado de saber verme en los ojos de otro, de leer el ansia de salvarme, la ilusión de rescatarme, pero…¿de qué?. ¿Es que quizá el oro en el mar necesita ser llevado a tierra y expuesto en una vitrina o guardado en el cajón de un escritorio?. Quizá se le debiera preguntar si le apetece, si necesita ser salvado, y si necesita cambiar el mar por la tierra y por el aire. ¿Quién tiene derecho a decirle al oro que quiere hacerlo feliz?; ¿es que el oro no es feliz?, ¿cómo lo sabe?. Te has equivocado, Valentín, no existes; solo fuiste un sueño que se desvaneció con la mañana; y si alguna vez, en otro sueño, vuelves a surcar los mares en busca de tesoros, amor intrépido, y encuentras una pieza valiosa y bonita, déjala brillar en tu mirada, y sobre todo, déjala ser feliz, quizá no necesite de ti para serlo porque quizá…ya lo sea.
El oro en el mar está dormido y Valentín, no vuelve; todo fue un sueño profundo.
Mi único y verdadero encanto, consiste en que soy YO MISMO, tan único, diferente y efímero...Como todos los demás.

A Valentín

sábado, 14 de enero de 2012

Dríades


Buenas noches, almas de todos los árboles, yo sigo creyendo en vosotras como creía ayer; cuando sentado bajo la sombra de vuestro hogar desparramaba mis pocos juguetes y creaba cuentos e historias. Os sigo viendo desde mi ventana, mis ojos de hombre os intuyen desde aquí, con mi taza de café en una mano, recién despertado, hijas de la vida. He visto vuestros cuerpos crepitar bajo el fuego y os he sentido gritar, lloré por vosotras y sentí una pena profunda y antigua, indignado y dolorido no pude hacer nada por vosotras, queridas dríades que tanto nos dais, y me apagué, me hice un poco viejo y aparté la cara con dolor.
Dríades que todo lo visteis, dríades que amasteis y acunasteis los nidos de los pájaros, que adornaban vuestras cabezas como flores que coronan los peinados de las mujeres macedonias, que vi en ilustraciones de cuentos viejos y olvidados con ojos infantiles, desconocedores de la enfermedad y los sueños muertos, del hastío de una persona madura y caprichosa.
Os siento aún y os amo, lo creo, no quiero morir todavía, soy pequeño aún. Soñé con vuestra hermana, que se alejó del árbol persiguiendo con timidez un rostro hermoso, y se perdió, vi como murió aquel árbol sin alma, y vi como murió aquella alma sin árbol, y me guardé el secreto triste de aquel final amargo, lleno de fatalidad, destino.
Alguna vez, antes de irme, os haré algunas preguntas que aún me guardo.
¿Qué hay más antiguo que la vida?, ¿qué hay más oscuro que la muerte?.
¿Sabréis contestarme, dríades?.
Acabo de entrar en el impredecible mundo de los sueños…