miércoles, 23 de febrero de 2011

Yo te quiero, mamá



Yo te quiero, mamá,
y cuando te vayas...
¡Cuántos monstruos de la noche volverán!,
y qué frías mis raíces
apartadas de tu amor se quedarán.

Yo te quiero, mamá,
¡y tengo miedo!,
me da horror la realidad de éstas palabras,
y aún las enfrento con valor
hablándolas igual que tú me hablas.

Yo te quiero, mamá,
y es que aún te necesito,
aún te siento acercarte a mi camita
con calor, y aquel olor
a cremas hidratantes y a comida.

Yo te quiero, mamá,
y me enfado con el tiempo
que es cruel, es impasible y no le importas,
yo le grito que da igual,
y jamás se llevará lo que me aportas.

Yo te quiero, mamá,
te quiero tanto...
Sé que has dado cada arruga por nosotros
y que aún eres capaz de ser tan bella...
Nunca quiero que te acabes, siempre es pronto,
yo te guardo en mis entrañas "pa" que el tiempo no te encuentre,
como hiciste tú por mí, hasta esa luz que destella.

La foto que ilustra la entrada, lógicamente, es de mi madre conmigo, hará dos años años y medio, ella acudió a una boda, y a la puerta de la iglesia fui a esperarla, le dí unas llaves que olvidó y me hice ésta foto con ella, estaba tan bonita...
Puedo decir orgulloso que he disfrutado siempre de una gran madre, que aún disfruto y que disfrutaré, ya que la salud nos acompaña, y nos queda tanto por hacer si Dios lo quiere...
Quered a vuestras madres mucho, decidselo siempre, no dejéis que nada hermoso se quede en la oscuridad de esos silencios tan vacíos que a veces hay en el hombre.
Muchos besos a todos.

jueves, 17 de febrero de 2011

ABUELOS


Yo no sé lo que es tener abuelos. Me da curiosidad, los niños con que jugaba de pequeño tenían mucha relación con ellos, la mayoría. Yo los veía, muy a menudo. Mi abuela Sinfo (Sinforiana) y mi abuelo Roque vivían debajo de casa y yo bajaba continuamente a importunarlos, eso casi me cuesta el dedo meñique de la mano izquierda un día. Mi abuela me sintió bajar, ya casi estaba, me agarraba con la pequeña mano de un niño de 5 años ya al marco de la puerta metálica de la entrada cuando la cerró de golpe. Era muy travieso desde luego, y ella no me tenía especial afecto, entonces no me daba cuenta, pero más tarde sí; y la castigaba dañando sus plantas para que sufriera (ahora soy jardinero).
Mi dedo volvió a su lugar con unos puntos de sutura, el hueso no resultó dañado por suerte, y yo seguí creciendo. Los regalos por reyes se acabaron pronto, tendría ocho o nueve años cuando recibí el último. Jamás tuve bicicleta, aún lo intento superar. Mis padres eran pobres, gente humilde que se gastaban todo lo que ganaban en vestirnos a mi hermana y a mí, darnos de comer lo mejor que pudieron, que fue bastante, y ahorrar para nuestro futuro.
Mi abuelo Roque murió hará diez años, más o menos. Lo supe por teléfono. Un primo mío me llamó y me avisó. Lloré un momento, muy corto, pero sinceramente no lo sentí. No sentí haber perdido a nadie, en realidad nunca le conocí; no era malo, simplemente era un extraño. Cuando era pequeño solía pegarme con el cinturón cuando me portaba mal, si podía alcanzarme, porque yo corría mucho, claro. Bajaba bastante a casa de mi abuela, pero era inútil, ¿para qué?, si ella nunca quiso a mi madre ni trató bien a mi padre, ni a ninguno de sus otros tres hijos. Quererme a mí sería absurdo. Recuerdo un día en que por algún motivo desconocido, instaba a mi abuelo Roque a que pegara a mi tía Ana, lo hacía con el mango de una de esas escobas de madera que ya no se hacen, el caso es que mi tía lloraba intentado esconderse tras un sofá, hasta que el palo se partió en dos, mi madre medió como pudo, y recuerdo a mi madre llorar después consolando a mi pobre y deslomada tía, que tendría unos 16 o 17 años; y eso es solo para hacerse una idea del resto; mi padre aún conserva una cicatriz de 5 cm en la cabeza que según testigos, le fue ocasionada con una paleta de cocinar metálica por coger las migas de una cacerola sin permiso. Mi abuelo Francisco nunca tuvo sentimientos, literalmente hablando, y sigue sin tenerlos, para qué engañarnos. Sigue blasfemando igual que siempre, criticando y quejándose de todo, la última visita que recuerdo hará un año, llamó a mi hermana “perrrra”, sí, con tantas “erres”, y mi hermana, no es porque sea mi hermana, es una persona estupenda, muy educada y con mucha clase, que ante semejantes desbandadas suele callar y hacer mutis por el foro; aunque, próximo a la muerte, yo sé que tiene miedo y está pensando en muchas cosas. Mi abuela Manuela siempre se mostró muy cariñosa cuando bajaba, pero a mi su mirada zorruna y lista nunca me cuadró con sus palabras, y la he pillado en muchas contradicciones, sé que a veces, sino muchas veces, siente envidia de la gente que se lleva bien, porque me ha llegado a instar a pensar mal de personas muy cercanas a las que quiero mucho, y a las que ella debería de querer mas que yo.
En fin, siempre he sabido que no he tenido abuelos, pero hará cinco años enfermé y estuve en el hospital tres meses recuperándome de algo bastante grave. Los primeros días nadie apostó por mi vida y tuve problemas con los órganos principales, estuve en coma y luego consciente en la “uci” dos semanas hasta que me subieron a planta. Cuando por Navidad llegué a casa aún no podía andar bien, apenas unos metros y me fallaban las piernas. Yo nunca he hecho nada feo a ninguno de mis abuelos, e incluso he fingido quererlos porque era lo normal. Pero lo cierto, es que ninguno de ellos se acercó al hospital, ni subió a casa cuando me dieron el alta, antes de que aprendiera a andar… por segunda vez en mi vida.
Aún así, los perdono y vivo. Si Dios existe (muchos lo dudan, otros saben con certeza que está ahí) sé que ha de perdonarlo todo porque al fin y al cabo, Él es eso, amor, perdón y comprensión. A partir de ahí, yo aún no sé muy bien lo que pensar, tampoco he vivido tanto ni como ellos.
Otra de mis muchas espinitas.