Hay una extraña muerte
que no requiere entierro,
ni luto, ni abalorios,
ni sepulcro, ni orador.
Es un final cansado
de tedios misteriosos,
silencios dolorosos
sentencias de un adiós.
Hay muertes vecinales,
cercanas, familiares,
adioses insidiosos,
reproches, cómo no.
Pero sin lápidas de mármol
donde un nombre se talle,
la sombra de un ciprés
no sabe que existió.
Hay muertes invisibles
que importan y no importan,
dolores que entretienen
las horas que se escapan.
Y aunque sin las coronas
de lirios, las adornan,
porque en el fondo duelen,
porque en el fondo, matan.
A todas las pequeñas muertes que pasan desapercibidas. (Gracias por leer éste, mi humilde poema; que trata en realidad, de esas muertes "pequeñas" en apariencia cuyo dolor sentía al escribir, y sigo sintiendo aún en mi interior, son las de los derechos humanos)
UNA PERSONA QUE OLVIDA SU PASADO, ESTÁ CONDENADA A REPETIRLO…