miércoles, 22 de septiembre de 2010

La orquesta de otro mundo


En este pueblo se dice: Si escuchas música en el jardín, a media noche, no salgas de la cama, déjala sonar, si suena durante 9 noches seguidas sin que caigas en la trampa, ya no volverá a sonar, nunca más, pero si sucumbes a la curiosidad, la escucharás para siempre, quieras… o no.
Esa noche dormía en su habitación de una modesta casita de huéspedes en las afueras del pequeño pueblo. Apenas eran cinco inquilinos que él hubiese contado, y había al menos cuatro habitaciones más vacías en esos momentos. Eran dos caseras quienes regentaban aquel bonito y sencillo lugar: Adela y Rosario.
Adela y Rosario eran hermanas, se llevaban sólo 14 meses, Rosario era la menor, y viuda sin hijos; no llevaba su inquilino ni dos días en la casa cuando ya escuchó su historia en una pequeña cafetería cercana: Adela era soltera y jamás se le conoció novio, cuidó de sus padres hasta la muerte de éstos que se había producido hacía unos diez años, con 3 días de diferencia, y quedó heredera al cincuenta por ciento de la casa y el terreno de los padres junto con su hermana, Rosario, quien sí que se casó joven y cuyo marido murió, tras 15 años de tranquilo matrimonio, un mes antes del fallecimiento de sus padres a causa de un ataque cardíaco, que lo fulminó en el instante justo después de cenar; y las hermanas, presas del tedio y en un arrollador impulso creativo decidieron convertir la casa de sus padres, la enorme casa de sus padres, en una casa de huéspedes, lo que les proporcionaba un ingreso y una distracción a partes iguales; se llevaban muy bien y eran bastante charlatanas, sobre todo Adela, la mayor.
La cocina en aquella casa era buena, la limpieza, inmejorable; todo estaba en su sitio y lugar desde el mismo momento en que cualquier huésped abriese los ojos. Pero de lo de la orquesta del otro mundo… De eso no le habían informado mas que el mismo día de la noche en que la escuchó. Le habían contado esa “curiosa” leyenda de pueblo de una música de ultratumba como “clásica”, - decía un abuelo amigo del dueño de la cafetería que apenas se ausentaba del lugar mientras hubiese luz-, el gesto afirmativo de la cabeza del dueño de la cafetería, secundaba afirmativamente tan insólita historia.
Siempre sonaba y siempre se iba, sólo con una diferencia, se llevaban a algunos. Y la orquesta crecía, se dice que con el paso de los años incluso habían incorporado instrumentos y rostros nuevos a su espectral asociación, que con pretensiones desconocidas, iba menguando positivamente con el paso de los siglos desde que el pueblo existía. Se decía y hablaba de otro pueblo mucho más antiguo, siglos ha, del que apenas quedaban restos, y por lo visto, contaban en la cafetería, su existencia se alejaba más allá de las oscuras luces del s. X. -Un pueblo antiguo, sí señor, y hay restos-, repetía el anciano de la cafetería.
Nadie le dijo: Es cierto, no es una leyenda, yo mismo la escuché hace años y me resisití a bajar, ni moverme en la cama, vamos. No vuelve a sonar nunca más si no bajas durante nueve noches, no te persigue, si bajas sucederá que…
Y la estaba escuchando, y sonaba muy profunda y lejana, pero perfectamente se deducía que provenía de la huerta que las hermanas cuidaban detrás de la casa, se podía imaginar los violines apoyados en el enorme nogal que crecía en el centro, y un piano, un enorme piano detrás, llegando al camino que baja a los estanques. No pudo verla desde la ventana del pasillo, todo estaba negro, más oscuro que una noche de luna nueva.
-¿Es una broma?, ¡qué curioso pueblo y qué curiosas historias!, ¿quién será, qué será?, ¿tendrán que ver Joaquín el de la cafetería y los vecinos?, ¿de qué aparato proviene la música?- pensaba mientras bajaba, escalón por escalón, a la planta baja.
Llegado abajo se acercó por el pasillo a la puerta trasera, echó un vistazo por el cristalito con la respiración algo contenida a favor de tan curioso momento, y sí, en el huerto había innumerables siluetas oscuras que se movían, las podía distinguir gracias a la mortecina luz que desprendía…. -¿el nogal?-Era como si el nogal, sus ramas más bajas, reflejaran una luz que les venía de abajo… De la gente.
Y poco dueño de sí abrió la puerta y sin pararse a cerrarla dio cuatro o cinco pasos y se acercó al escalón que unía casa y huerto, lo bajó, mirando… Podía verlos a todos, qué curiosos, alguna cara le sonaba, otras no… rasgos familiares, rostros llamativos, eran una orquesta, sí, y bien grande, eran los menos cincuenta y tocaban bien, qué tranquilo – se sentó en la tierra- tocan bien, sí, es muy bonito, da sueño y es agradable.
En ningún momento pensaba en lo reálmente insólito y sospechoso de desconfianza que resultaba todo aquello cuando cerró los ojos presa de un inadvertido sueño. Y se durmió escuchando... la música.
Era una música que se llevaba dentro, sí señor, una música muy antigua, de algún modo civilizada y primitiva a partes iguales, y de algún modo ya sabía que la música siempre debía seguir sonando cuando tuviese que sonar, igual que el sol se alza cada mañana para iluminar la tierra; era una regla, lo sentía, y una excepción también, algo extraño que se hace familiar a una velocidad inimaginable y que dividió la existencia en dos partes instantáneamente: Todo aquello que siempre había sabido o quiso saber… y esto; y con esto, cientos de cosas más, como un camino serpenteante y lleno de paredes y cuevas que cruza la tierra por debajo de la superficie, nuevo y extraño, lleno de posibilidades, y a la vez, sin posibilidad ninguna, ya lo estaba viendo.
La historia se siguió contando con pocos cambios en el pueblo, incluso en algún pueblecito cercano, y nadie decía a los visitantes: Es cierto, oiga usted, yo mismo la oí una vez durante nueve noches… Y, el año pasado contábamos ésta historia precisamente a un hombre muy agradable que por motivos de trabajo se hospedaba donde las hermanitas, y que se fue sin despedirse, oiga, es algo muy nuestro, siempre ha sido así.
Pero sí que con el paso del tiempo, se ha llegado a escuchar: Se dice que hay más violines éste año, el vecino nuevo, el que vino del sur a donde el Paco “el chico” la escuchó, nueve noches oiga, pero no bajó a ver…

3 comentarios:

  1. Hola amiga te dejo una invitacion para que visites mi espacio que espero te guste, como Bienvenida tienes un regalo en la parte de abajo del blog si te gusta es todo tuyo.

    Besos en el Viento.

    ♥Yesi♥

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  2. Gracias por entrar en mi BLOG te seguiré si quieres algo de mi BLOG cógelo si tienes una duda dímelo un beso Antonia .

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  3. Me pilló tu historia escuchando Dark Sanctuary, uno de mis grupos preferidos, así que imagínate, la atmósfera ya estaba creada, jejeje.
    Que sepas que me ha gustado mucho cómo has comenzado tu relato. Las primeras líneas de todo relato son siempre las más importantes para atrapar a un lector, y a mí me atraparon.

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