lunes, 13 de septiembre de 2010

Perséfone en los Infiernos


Era un día azul y despejado, y en la eterna primavera cuidada de su propia madre, el valle que se extendía ante ella era verde y fresco. Llegando a la tranquila sombra de los árboles que crecían junto a un arroyo crecían sanos en la humedad los cyclámenes, que recogía sin prisa, perdida en un montón de agradables pensamientos.
Abierta de golpe la tierra en una oscura y cálida brecha a sus pies, no supo ni alejarse desconociendo que la desgracia existía; brazos ásperos y grises como la piedra, tentáculos salpicados de ojos de miradas frenéticas, humo que le hablaba obscenidades al oído que la niña no comprendió, caricias posesivas y degradantes que no fueron consentidas y mil irrealidades más, la bajaron hasta la entrada de los Infiernos entre tierra y gemas que parecían no acabar nunca.
Llorando y asustada llegó hasta la barca de Caronte en donde fue alojada, emprendiendo el viaje oscuro y amenazante a través del Estigio, acordándose de su madre y de la tierra que era su hogar, con el último y pálido cyclamen aún en la mano, que se pudrió con tristeza y calor como ninguna flor lo hizo antes.
En la tierra Deméter lloró desconsolada y buscó a su hija, el calor abrasador marcó el primer Verano en el mundo y arrasó campos verdes y vivos volviéndolos ocres y crujientes, hubo árboles que se adaptaron y otros que perecieron sin agua, y lirios y azafranes desaparecieron de laderas y valles donde las rocas parecieron crecer como lo hacían antes las flores.
Perséfone fue alojada en los Infiernos, cuidada con egoísmo y amada sin amar por el dios de la muerte y lo subterráneo, se negó a comer y a cantar porque ya no era feliz, y lloró y clamó al Olimpo compasión.
Noticias llegaron a la madre y el fuego se hizo en sus pupilas, hizo viajes y tratos y pidió favores, descuidando el mundo y llena de odio y ansiedad. En los juicios del Infierno 7 gajos de granada marcaron la penitencia y la libertad fue medida, a merced de cuanto hubiera comido del árbol de los muertos la muchacha arrepentida, y suspirando de pena se abrazó a su madre para volver a la tierra por un tiempo limitado, haciéndose su vida prácticamente la mitad en el Infierno, y Deméter, insatisfecha y llena de rencor, dio comienzo al primer Invierno que existió en la tierra, descuidando, despreciando su deber y la labor que con mimo había ejercido desde el principio de los tiempos. Perséfone volvió una tarde a los infiernos, las huertas se secaron, y el hombre conoció la nieve, y el frío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario