miércoles, 8 de septiembre de 2010

CHATARRA


Hay quien pasa por la vida sintiéndose exclusivamente a sí mismo, viendo un paisaje desdibujado en contraste con sus propios e intensos colores. Hay quien se adora de tal modo que le resulta muy difícil pensar en el futuro, y cuando ese futuro llega y se come cuanto fue, y echa raíces en su joven carne y la devora, es capaz incluso de no reconocer su error y su soberbia y se instala de nuevo en el pasado; y en lo maravilloso que fue un día.
En lo que se busca en éste mundo, lo que se quiere de ésta vida, está la clave para saber los valores de cada cual, en lo que se ama y admira, en lo que se detesta.
Intransigentes, carne del tiempo, Narcisos que se ahogan tristemente, piedras de río pintadas del color de los ópalos volcánicos, déspotas de intenciones tiranas, que la suerte no os de poder para no hacer el bien, que es lo que no haréis para matarme de tristeza.
Veo la carne y miro los ojos, quiero saber qué hay dentro de un envoltorio de seda viva y joven, porque quizá sea desilusionante apartar ese maravilloso papel y encontrarse con chatarra en las manos que no da cariño ni amistad, chatarra que no aprende ni es motivada por el honor y la razón, que se pudre con la constancia de los días y se oxida en la mirada. Labios carnosos y sonrosados, hermosos, que no emiten sonidos sanos; bonitos ojos rasgados y dulces, de pupilas vacías que ven sin mirar, valoraciones huecas y superficiales a las que no me quiero ver expuesto por vergüenza de especie, torsos definidos y brazos fuertes que no me calientan ni abrazan con sus carcasas vacías, trivialidades, vulgaridad, os agradezco el sentirme afortunado bajo vuestras imponentes sombras griegas, y con mi sencillo rostro río y lo ilumino contento para amar a quien amo y quererme a mi mismo, coger los hermosos valores que me inculcó mi madre, y agradecido, ver la vida y sumergirme en ella disfrutando de todo cuanto me ofrece, sin clasismos ni delirios de grandeza, libro por libro, entre tiempo y amigos, y los cándidos ojos de mi perro, el destello del rojo de las rosas que sembré en mi casa y el cariño que sembré y recojo.
Yo tengo granates y zafiros que no saben que lo son, tengo hierba a la que quiero más que al oro porque es blanda, suave, fresca y verde, un despertar cada mañana cargado de verdades y de luz, una amor que me quiere y me querrá porque siempre seré lo que soy, y él lo sabe y me da un beso. Lo siento por ustedes, chatarra, que tenéis tan poco en ésta vida.
Pekeño, gracias por acompañarme, y por ser tan valioso por fuera y por dentro.

1 comentario:

  1. Es la cultura de la apariencia, amigo. Las bellas personas no te las encuentras a primera vista y me entristecen quienes confían ciegamente en eso que se ha venido a llamar "flechazo". Los flechazos no son más que calentones, porque el amor tiene sus particulares formas.

    Y, ojo, por encima de todo, ama, y no quieras, porque esto podría ser la perdición de todo.

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